La historia comienza en 1999 cuando un prestigioso ingeniero neozelandés, Paul Beckett, se encierra en su garaje para crear un modelo accesible para todo el mundo. Beckett era un apasionado del carrovelismo –instituido como deporte a finales del siglo XIX–, pero era consciente de su estigma minoritario. Por eso lanzó al mercado en 2001 el blokart que, en dos brochazos, es un asiento con ruedas y vela con el que se navega por diversas superficies. Cabe en una maleta, se monta en cinco minutos sin instrucciones y es relativamente barato. Tan sencillo como el nombre: blow (soplar) más kart.
Sólo hay un diseño, para todos igual, aunque acepta modificaciones para multiplicar su accesibilidad. De este modo, se pueden cambiar los asientos, los reposapiés y lo que haga falta para adaptarse a las características del piloto. De hecho, el blokart está en constante evolución y puede recibir nuevos complementos siempre y cuando aporten algo positivo para impulsar el fundamento básico de este deporte: la igualdad entre los participantes.